Como
olivo generoso
donde
descansa el viajero,
los
pájaros refrescan la memoria.
Marcos
Jiménez
Cuando era niño me fascinaban los caleidoscopios,
construidos en su mayoría con un tubo de cartón y tres cristales formando un
prisma triangular. Se detenía el tiempo cuando a modo de catalejo miraba los
objetos de colores atrapados en su interior que formaban todo tipo de figuras
geométricas, infinitas formas con vida propia.
Ha venido a mi memoria este recuerdo al leer los poemas
de Marcos Jiménez. Las palabras de sus versos son como aquellos objetos de
colores que giraban uno en otro, abrazándose entrelazados, sintiéndose
instrumentos de la luz. En sus poemas viven y se unen las palabras para dar
forma a las sensaciones, a los sentimientos, a la mirada del poeta sobre su
entorno donde predomina la observación, la naturaleza, la tierra, la memoria de
los pájaros, sobre todo la memoria donde busca y encuentra, atrapa y siente: el
tiempo, el otoño, la lluvia, los árboles, los besos, el amor, las lágrimas, la
primavera…
Al leer cada poema, escrito con reflexión pero con
claridad, como agua cristalina de lluvia, la imaginación se eleva de si misma
para entrar en el universo de las imágenes cotidianas y acertadas de Marcos
Jiménez.
La mirada del poeta es distinta, atraviesa la niebla y
emerge en otro cielo o en un infierno desconocido, atrapa la lluvia en sus
manos para sentir un río escapado, habla con los pájaros y escucha su memoria
sin tiempo. Cada detalle, cada sentimiento, son como objetos únicos del caleidoscopio.
Marcos Jiménez conoce y crea, en las cuatro partes de
este poemario, las formas de la iluminación: jazmines del cielo, un sol con rostro de manzana,
nubes de esparto, murciélagos de cristal, delfines de sal, gritos de lluvia…
Sin
que por ello deje de estar presente la preocupación social:
Hay seres
perdidos bajo el suelo
….
Siempre ganan
las batallas
quienes no
tienen sangre que derramar,
siempre ganan
las batallas los gusanos.
La
mirada hacía dentro, de la soledad que duele:
Sientes la
soledad sobre tu cuerpo deshecho.
Poeta
y hombre pastor de lluvia, tan presente como símbolo y realidad:
Atesora en el pecho
las almas de los náufragos
que yacen en el barro.
…
Te llamo:
lluvia,
siempre
respondes.
…
Junto al viejo
sauce
contemplo la
lluvia.
Poeta
donde surca la mirada de los años:
Viejo sauce de
otoño;
también me
recuerdas a mí.
Poeta
siempre inundado de la presencia, tan importante en la Memoria de los pájaros,
del amor :
Como golondrinas
amantes
sellamos nuestro
amor
con labios de
tierra.
…
Si amar fuese
una condena,
preso soy de
amor.
De
la llama de su interior que fieramente busca la libertad del aire, a pesar del
transcurso del paso del tiempo:
¿Dónde estás
otoño?
En una prisión
de fuego
mi corazón te
espera.
Giran
en la mirada y siguen uniéndose elementos del
caleidisopio, frases aparentemente inamovibles en las paredes del libro, que de
nuevo vuelven a atraparme como cuando era niño las formas del misterio, los
versos de Marcos girando en el aire, refrescando
la memoria, compartiendo lluvia y pajaros en una verdadera resureeción, en
las infirnitas lecturas, pastor de miradas donde descansa el viajero después de
leer y compartir una nueva lluvia.
Termina el libro con estos versos:
Yaceré en la
soledad del tiempo
hasta que un día
una nueva lluvia
vierta en mi su
simiente,
y de la negrura
mullida, silenciosa del suelo
vuelva a
levantarse mi cuerpo.
Marcos
Jiménez da un nuevo paso, una nueva mirada, cuatro espejos, donde labra un
nuevo surco en su caminar poético, una nueva memoria de pájaros que buscan
compartir su vuelo.
Pedro Enríquez
Poeta y académico
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