11/18/2016

PROLOGO

Como olivo generoso
donde descansa el viajero,
los pájaros refrescan la memoria.
Marcos Jiménez

Cuando era niño me fascinaban los caleidoscopios, construidos en su mayoría con un tubo de cartón y tres cristales formando un prisma triangular. Se detenía el tiempo cuando a modo de catalejo miraba los objetos de colores atrapados en su interior que formaban todo tipo de figuras geométricas, infinitas formas con vida propia.
Ha venido a mi memoria este recuerdo al leer los poemas de Marcos Jiménez. Las palabras de sus versos son como aquellos objetos de colores que giraban uno en otro, abrazándose entrelazados, sintiéndose instrumentos de la luz. En sus poemas viven y se unen las palabras para dar forma a las sensaciones, a los sentimientos, a la mirada del poeta sobre su entorno donde predomina la observación, la naturaleza, la tierra, la memoria de los pájaros, sobre todo la memoria donde busca y encuentra, atrapa y siente: el tiempo, el otoño, la lluvia, los árboles, los besos, el amor, las lágrimas, la primavera…
Al leer cada poema, escrito con reflexión pero con claridad, como agua cristalina de lluvia, la imaginación se eleva de si misma para entrar en el universo de las imágenes cotidianas y acertadas de Marcos Jiménez.
La mirada del poeta es distinta, atraviesa la niebla y emerge en otro cielo o en un infierno desconocido, atrapa la lluvia en sus manos para sentir un río escapado, habla con los pájaros y escucha su memoria sin tiempo. Cada detalle, cada sentimiento, son como objetos únicos del caleidoscopio.
Marcos Jiménez conoce y crea, en las cuatro partes de este poemario, las formas de la iluminación: jazmines del cielo, un sol con rostro de manzana, nubes de esparto, murciélagos de cristal, delfines de sal, gritos de lluvia…

Sin que por ello deje de estar presente la preocupación social:
Hay seres perdidos bajo el suelo
….
Siempre ganan las batallas
quienes no tienen sangre que derramar,
siempre ganan las batallas los gusanos.

            La mirada hacía dentro, de la soledad que duele:
Sientes la soledad sobre tu cuerpo deshecho.

Poeta y hombre pastor de lluvia, tan presente como símbolo y realidad:
Atesora en el pecho
las almas de los náufragos
que  yacen en el barro.
Te llamo: lluvia,
siempre respondes.
Junto al viejo sauce
contemplo la lluvia.

Poeta donde surca la mirada de los años:
Viejo sauce de otoño;
también me recuerdas a mí.

Poeta siempre inundado de la presencia, tan importante en la Memoria de los pájaros, del amor :
Como golondrinas amantes
sellamos nuestro amor
con labios de tierra.
Si amar fuese una condena,
preso soy de amor.

De la llama de su interior que fieramente busca la libertad del aire, a pesar del transcurso del paso del tiempo:
¿Dónde estás otoño?
En una prisión de fuego
mi corazón te espera.

Giran en la mirada y siguen uniéndose elementos del caleidisopio, frases aparentemente  inamovibles en las paredes del libro, que de nuevo vuelven a atraparme como cuando era niño las formas del misterio, los versos de Marcos girando en el aire, refrescando la memoria, compartiendo lluvia y pajaros en una verdadera resureeción, en las infirnitas lecturas, pastor de miradas donde descansa el viajero después de leer y compartir una nueva lluvia.
Termina el libro con estos versos:

Yaceré en la soledad del tiempo
hasta que un día una nueva lluvia
vierta en mi su simiente,
y de la negrura mullida, silenciosa del suelo
vuelva a levantarse mi cuerpo.

Marcos Jiménez da un nuevo paso, una nueva mirada, cuatro espejos, donde labra un nuevo surco en su caminar poético, una nueva memoria de pájaros que buscan compartir su vuelo.


Pedro Enríquez

Poeta y académico

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